Soy un símbolo
Me coloco en un lugar tranquilo, preferentemente un sofá…Si me tumbo sobre el sofá coloco mis brazos paralelos al cuerpo o pongo mis manos, sin cruzar, sobre el abdomen…Los talones sobre una almohada, bien apoyados y el pie derecho hacia la derecha y el izquierdo hacia la izquierda…Cierro los ojos…Si lo necesito me muevo un poco hasta encontrar la postura más cómoda…Soy consciente de las sensaciones que tengo en los pies…la temperatura, un ligero hormigueo que es el circular de la sangre…Me voy dando cuenta de cada sensación sin querer cambiarla…Si en algún momento mi mente se despista o escucho los sonidos del exterior, me doy cuenta y enseguida vuelvo a prestar atención a mis sensaciones…Localizo ahora mi atención en la respiración, soy consciente de cómo entra el aire por la nariz, de cómo lo suelto por la nariz o por la boca…Me doy cuenta de cómo respiro y de ese vaivén del abdomen cada vez que respiro…Cada vez que inspiro la zona abdominal se eleva, se hincha un poquito…Cada vez que espiro el estómago baja, se deshincha…Durante unos minutos soy consciente de mi modo de respirar ahora…
Cuanto me siento relajada y tranquila dejo que mi mente genere una imagen: un paisaje, un fenómeno atmosférico, un animal, una planta, un objeto…Procuro no “controlar”, no manipular mi imaginación y repito para mí misma “un fenómeno atmosférico”…enseguida aparece la imagen de un camino de montaña por el que desciende la lava de un volcán en erupción…Soy consciente de que esa imagen es una creación mía del momento, no sólo es una parte de mí, sino que de alguna manera soy yo…Sigo visualizando la imagen de la lava mientras me digo: “YO SOY ESA LAVA…Siento que desciendo a gran velocidad por la pendiente del camino. A mi paso todo lo arraso. Me siento suave al descender, no soy brusca; sin embargo abraso. Sigo viéndome y sintiéndome como lava. Empieza a llover y me voy enfriando poco a poco hasta convertirme en una masa sólida que todo lo cubre. Dentro de mí, al contacto con el agua, se ha gestado la obsidiana y yo también soy obsidiana…”
Estoy en un momento de mi vida, como lo he estado en otras muchas ocasiones, en el que el camino se presenta y se extiende frente a mí. Desde el interior de mi refugio; entre mis enfermedades, mis desamores, mis miedos, mis desvelos, mis ansiedades y depresiones, mi desesperanza y mi amargura…, soy por fin consciente de que he de volar por mí misma. En ese instante, a través de un segundo de lucidez, me doy cuenta de que no puedo seguir así. Me doy cuenta de que no quiero seguir compadeciéndome. Me doy cuenta de que no quiero seguir siendo víctima. Me doy cuenta de que los demás no son responsables de mis males. Me doy cuenta de que he caído a un pozo sin fondo…y lo he tocado.
Me doy cuenta ¡por fin! de que puedo mejorar, puedo solucionar mis problemas, puedo tomar mis propias decisiones, puedo amar, puedo ser, de una vez por todas, yo misma. Y todo esto, además, quiero lograrlo de verdad, desde el convencimiento más certero y con la voluntad más tenaz.
He de empezar el principio. Ese principio que es mi momento de ahora. Si quiero comenzar el viaje necesito un equipaje ligero, así que antes de la partida tendré que prepararme física, mental y espiritualmente para echarme al camino sin volver la vista atrás.
He estado tan alejado de la realidad y de mí misma durante este tiempo atrás que, en este preciso instante he de hacer conscientes en primer lugar, mis necesidades reales.
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